martes, 1 de abril de 2008

Conozcamos a... (8)

SERAFINA CASTILLO

Me llamo Serafina, pero que mi nombre no te confunda: cierto es que desde el mismo día de mi nacimiento poseo un corazón de ángel y, sin embargo, sobre una pista de tenis, si eres tú mi rival, puedo hacerte mucho, pero que mucho daño. Mi arma más mortífera es un drive endiablado cuyo efecto inmediato es que verás pasar -bien sea a tu izquierda bien, a tu derecha- un brillo alado a la velocidad de la luz mientras escuchas un zumbido de aire herido sin que te dé tiempo más que a pintarse en tu rostro una expresión de perplejidad. Y 15-0 a mi favor. ¿No me crees? Pues atiende a la fotografía y juzga tú mismo a tenor de la “copita” que gané en el último torneo. ¿Acaso luce alguna semejante en la vitrina de tu casa? Pero si todavía desconfías, pregunta a los que me conocen y sufren el severo castigo de mis diabólicos paralelos, aunque seguramente también te dirán que, al mismo tiempo, surge en mí ese sentimiento que aprecia lo justo y soy capaz de aplaudir y ensalzar tus buenas jugadas con tal ardor que acabarás por creer que eres un número uno del tenis mundial.

Y aún diré más sobre mi lado oscuro: no iba tan desencaminado aquel famoso existencialista al concluir que “el infierno son los otros” porque es ahí (entre vos‑otros) donde me siento como en casa. Y aquellos que anhelan la gloria del cielo que se esperen, que mientras yo disfruto de las alegrías en esta tierra: el crecer de mis vástagos gemelos, la buena cocina, las maravillas que nos brinda la naturaleza a manos llenas y los buenos ratos en compañía de los demás; como de los que dispongo por vacaciones, en la sierra, junto a mis numerosas hermanas; o cuando con Pepe –mi marido- y unos amigos (cuya amistad tengo la fortuna de conservar desde la infancia) nos escapamos para deslizarnos a velocidad de vértigo sobre la balsámica nieve; o los muchos ratos agradables que paso en las pistas conversando y jugando con todos vosotros. Rodeada de mis amigos y conocidos, compartiendo risas y penas, repartiendo mimos y besos, hablando sin parar, acogiéndoos a todos, es cuando puedo olvidar los sinsabores de mi historia que, aunque no lo parezca, no han sido pocos.

Espero que estas palabras hayan sido de vuestro agrado y sirvan para que me conozcáis un poquito mejor; palabras sembradas con todo mi cariño y con la colaboración de un espíritu amigo que permanece en lo oculto.

No hay comentarios: